El Método Guillour propone distintos desafíos estructurados que se basan en líneas que deben copiarse o repasarse mientras las figuras que forman son reflejadas en un espejo.
En algunas partes del mundo se omite el último paso y se utilizan cenefas con patrones por los que ir avanzando.
En ambos casos, es útil para entrenar la simetría y la inteligencia espacial, al tiempo que se fomenta la concentración y la capacidad de distinguir detalles cada vez más pequeños.
Unas veces, eso sí, puede sugerirse que se cambie la dirección de la trayectoria o que esta se plasme a la inversa.
También hay alternativas como encontrar la escapatoria de un laberinto mientras se observa el reflejo de la imagen.
El reto en estos casos es dominar la coordinación entre lo que se ve y la engañosa imagen que se percibe, que en realidad está al revés.
Cualquier niño o niña puede beneficiarse de los efectos del Método Guillour, aunque se utiliza específicamente para ayudar a menores con TDAH, autismo, asperger, dislexia, problemas de aprendizaje, problemas psiquiátricos, síndrome de Down y lesiones cerebrovasculares.
En todos estos casos, se suelen ir observando cambios positivos progresivamente.
Se trata de un proceso aplicable en campos como la psicología, la psicopedagogía, la docencia en Educación Especial o la fonoaudiología.
Según el neurofisiólogo y jefe de laboratorio del Instituto Nacional de Psiquiatría de la Ciudad de México, Eduardo Calixto, el Método Guillour estimula áreas de nuestra masa gris que, a su vez, fomentan la segregación de diversas sustancias.
Principalmente, hormonas como la dopamina, que incrementa la actividad motivacional, y la acetilcolina, que mejora la atención.
También aumenta el nivel de endorfinas, que mantienen la continuación del proceso en sus diferentes etapas, generando actividades a favor de la plasticidad neuronal e induciendo un flujo mayor de sangre hacia el cerebro.
El motivo es que, cuando una persona pone atención, el metabolismo cerebral se incrementa.
Un fenómeno que, en conjunto, se traduce en una serie de ventajas concretas para quienes lo practican.
Aquellos que practican el Método Guillour, en particular los pacientes que tienen alguna patología, aprenden a autorregularse con más eficiencia que en el pasado.
Cuando los avances van siendo patentes, la autoestima se dispara.
Un resorte, a su vez, para persistir con las actividades planteadas y continuar progresando.