La motricidad se emplea para referirse a los movimientos complejos y coordinados que realiza una persona y que implican al sistema locomotor, siendo coordinados por la corteza cerebral y estructuras secundarias que lo modulan.
El término "motricidad" tiene otras implicaciones que van más allá con la vinculación con la acción o el movimiento, al relacionarlo con otras dimensiones de la persona.
La motricidad involucra todos los procesos y las funciones del organismo y el control mental o psíquico que cada movimiento trae consigo.
Esta frase de Vítor Da Fonseca resume claramente lo que es la motricidad: “…Cuanto más compleja es la motricidad, más complejo es el mecanismo que la planifica, regula, elabora y ejecuta.
La motricidad conduce a esquemas de acción sensoriales que a su vez son transformados en patrones de comportamiento cada vez más versátiles y disponibles.
La motricidad retrata, en términos de acción, los productos y los procesos funcionales creadores de nuevas acciones sobre acciones anteriores.
Por la motricidad utilizadora, exploratoria, inventiva y constructiva, el Hombre y el niño, humanizando, esto es, socializando el movimiento, adquirirán el conocimiento.”
La motricidad gruesa es la habilidad que la persona va adquiriendo desde pequeño para mover armoniosamente los músculos de su cuerpo y mantener el equilibrio, además de adquirir agilidad, fuerza y velocidad en sus movimientos.
La motricidad fina hace referencia a movimientos voluntarios mucho más precisos, que implican pequeños grupos de músculos.
El control de la motricidad fina es la coordinación de músculos, huesos y nervios para producir movimientos pequeños y precisos.
Para los niños pequeños de preescolar, jardín de infancia y edad escolar temprana, el desarrollo de la motricidad fina es extremadamente importante.