La biodiversidad es la diversidad de vida y el resultado de millones de años de evolución.
Está conformada por la variedad de seres vivos que existen en el planeta, las relaciones que establecen entre sí y con el medio que los rodea.
La especie humana y sus diversas culturas surgen de la adaptación al medio, su conocimiento y su utilización.
De este modo, la biodiversidad tiene dos dimensiones: la biológica y la cultural.
Comprende tanto la diversidad genética, de especies, de poblaciones y de ecosistemas, como la de los múltiples procesos culturales que en diferentes épocas y contextos caracterizaron la relación del ser humano con su entorno natural.
La biodiversidad posee un valor intrínseco independiente de las necesidades de los seres humanos.
Asimismo, constituye el sustento de la mayoría de las actividades humanas y es la base de una gran variedad de bienes y servicios ambientales que contribuyen al bienestar de la población.
La diversidad biológica nos provee de materias primas, alimentos, agua, medicamentos, materiales para la construcción, combustibles, entre muchos otros.
También aporta servicios ecológicos relacionados con las funciones de los ecosistemas, como la regularización del clima, la fijación de CO2, la recuperación de la fertilidad del suelo, la amortiguación de las inundaciones y la descomposición de residuos.
Además, brinda un aporte clave para mantener la variedad de recursos genéticos de cultivos.
También posee valores intangibles, difíciles de cuantificar en términos materiales, como los valores éticos, estéticos, recreativos, culturales, educativos y científicos.
Por lo tanto, conservar y utilizar de modo sustentable la biodiversidad es una forma de preservar la estabilidad de los ecosistemas, de los cuales obtenemos los servicios esenciales para el desarrollo humano.