Mozart fue un niño prodigio que a los seis años ya era un intérprete avanzado de violín, pero tuvo una vida corta y llena de penurias económicas.
A pesar de todo, en sus 35 años de vida, este genio de la música compuso más de 600 piezas.
Su obra abarca todos los géneros: sinfonías, divertimentos, sonatas, música de cámara, conciertos, ópera y música de iglesia.
Su última composición, una Misa de Réquiem, quedó inacabada, pues una dolencia renal acabó con la vida de Wolfang Amadeus en 1791.
Solo unos pocos amigos fueron al funeral de Mozart, quien, sin embargo, ejerció una gran influencia en los compositores de música clásica posteriores.
La mayoría de las obras más conocidas de Beethoven pertenecen a su primera etapa, la llamada ‘década heroica’.
Sin embargo, la sordera del músico hizo que se aislara de la sociedad justo cuando su fama alcanzó su punto culminante, y desde 1818, su música quedó relegada a un pequeño grupo de expertos, salvo por los estrenos de la Sinfonía nº 9 y la Missa Solemnis.
Chopin es un exponente fundamental del Romanticismo pleno (el que se desarrolló entre 1830 y 1850), por su azarosa vida personal y, musicalmente, por su uso de las formas del folclore popular.
Wilhelm Richard Wagner se caracterizó por el uso de cromatismos (es decir, de notas intermedias en la escala).
Así conseguía dar mayor expresividad a sus obras, sobre todo a sus óperas (que él llamaba “dramas musicales”).