El lenguaje del arte, expresado a través de sonidos, colores, formas, líneas, e imágenes, a veces dice más que las mismas palabras.
El arte alcanza nuestras almas, conectando lo que hay dentro de nosotros con las realidades externas.
Cuando estamos constantemente expuestos a expresiones artísticas, tendemos a desarrollar nuestra preferencia estética, y al cultivar nuestra estética personal (con respecto al arte), nos motivamos a crecer y a aprender más.
Empezamos a conocer nuestro concepto de «belleza» y aprendemos qué colores, formas, imágenes, sonidos, nos dan placer.
Nos conocemos a nosotros mismos a través del arte, ya que nuestra percepción de éste es lo que nosotros somos.
Cuando apreciamos arte, nos podríamos identificar con el artista o con los personajes que estos crean, y reflexionar sobre nuestros propios deseos y sentimientos, y también podríamos sentir emociones y deseos que no acostumbramos a sentir.
Aprendemos sobre el pasado, el presente y el futuro, cuando apreciamos arte.
Las artes nos enseñan las diferentes realidades culturales a través de generaciones, y mientras las apreciamos, somos capaces de combinar nuestra comprensión del mundo con nuestras emociones en el momento.
La apreciación del arte nos da la oportunidad de ampliar nuestro conocimiento y de pensar creativamente.
Al prescenciar arte, nos adentramos a la realidad que el artista ha creado o creamos nuestras propias realidades.