Para empezar, el arte se puede dividir, grosso modo, entre aquel que está hecho con la finalidad de ser disfrutado, experimentado, vivido o contemplado, y aquel que está hecho para reflexionar. El segundo se resiste a ser disfrutado en un primer momento, por eso conviene comenzar por el primero. Pero existe un problema, dentro de esta categoría gran cantidad de las esculturas que se producen son característicamente “sencillas”, aparentemente simples y no nos recuerdan a nada que haya en la naturaleza, pues no imitan nada en ella. Quizá convenga empezar por explicar, sencillamente, ¿por qué se hacen esculturas abstractas? En el pasado, la escultura tuvo como principal objetivo la reproducción de la figura humana y muchos escultores de la antigüedad llevaron esa reproducción a niveles altísimos de perfección. Lo que se privilegiaba entonces era la imitación de la que se creía la obra máxima del máximo artista, la Creación, el universo. Gran parte de la escultura contemporánea y moderna invita a apreciarla como se aprecia un atardecer, un árbol majestuoso, un río, un prado. La contemplación es la puerta a la reflexión. Esta recomendación funciona para la escultura abstracta y del tipo figurativo de las obras de Jeff Koons, Anish Kapoor, por ejemplo, obras que están realizadas para su contemplación, aunque sea en un primer momento. Aunque existe un tipo de esculturas actuales que se resisten a ser contempladas de esta manera, porque no están hechas para disfrutar de su contemplación, sino para reflexionar.